Un texto insoslayable de Nabokov, siempre fiel a una altísima elegancia poética solo presente en ciertas bombas o, como se sugiere en estas páginas, en el vuelo de la única e imposible flecha que no deja nunca de volar. «Cualquiera cuya mente es lo bastante orgullosa como para no formarse en la disciplina lleva oculta, secreta, una bomba en el fondo del cerebro», reveló alguna vez Vladimir Nabokov ante sus alumnos; «yo sugiero, aunque solo sea por diversión, que coja esa bomba particular y la deje caer con cautela sobre la ciudad moderna del sentido común». Esta ética literaria, que atraviesa toda la obra del autor de Pálido fuego, aparece en Una belleza rusa para convertirlo en una de las bombas más refinadas y encantadoras de Nabokov. Escrito entre 1924 y 1940, mientras huía de Rusia y vagaba por una Europa ya bajo la sombra de la barbarie nazi, este volumen de cuentos muestra la serena e inspirada madurez narrativa de un escritor brillante, capaz de deslumbrar por igual en sus percepciones, en un final impredecible o en inolvidables miniaturas. Aquí, en un mágico desfile que se pasea por el confundido universo de los exiliados rusos, vemos a la melancólica Olga, bonita y aburrida gracias al cósmico aburrimiento de sus pretendientes; al manojo de nervios llamado Romantovski, quien no es culpable de nada pero invita al castigo; al pésimo escritor Ilyá Borísovich Tal, cuya pasión literaria lo hace víctima de la ingenuidad; al súbito duelista Antón Petróvich, cautivo de su honor y también de la deriva... Personajes fascinantes propios de una mirada que combina piedad con osadía, y que hacen de Una belleza rusa un texto insoslayable de Nabokov, siempre fiel a una altísima elegancia poética solo presente en ciertas bombas o, como se sugiere en estas páginas, en el vuelo de la única e imposible flecha que no deja nunca de volar.Aquí, en un mágico desfile que se pasea por el confundido universo de los exiliados rusos, vemos a la melancólica Olga, bonita y aburrida gracias al cósmico aburrimiento de sus pretendientes; al manojo de nervios llamado Romantovski, quien no es culpable de nada pero invita al castigo; al pésimo escritor llyá Borísovich Tal, cuya pasión literaria lo hace víctima de la ingenuidad; al súbito duelista Antón Petróvich, cautivo de su honor y también de la deriva... Personajes fascinantes propios de una mirada que combina piedad con osadía, y que hacen de Una belleza rusa un texto insoslayable de Nabokov, siempre fiel a una altísima elegancia poética sólo presente en ciertas bombas o, como se sugiere en estas páginas, en el vuelo de la única e imposible flecha que no deja nunca de volar.